De nuevo suenan tambores de fuegos armados y el camino se ilumina de sonrisas perfectas, el piso tiembla de placer y un alma absorbe el universo en su brillo todos mis tiempos se confunden con espacios y mis bolsillos se saturan de sangre fresca, las paredes cubren tu rostro y tu baile descontrolado reacciona sutil a mis deseos de manchar con lagrimas la tinta. Las letras se ocultan a mi ojos cansados del tedio y una canción de vientos conocidos resbala por tu cuello acariciando tu pecho, a los ojos de los hombres somos pestes somnolientas pero el inconcluso marcar del paso ligero nos convierte en lagrimas al viento, puras y amantes.
La prosa se extiende y realza nuestra voz tenue, el sudor cálido conspira contra la realidad y poco a poco desaparecemos juntos palmo a palmo la habitación se ilumina y nuestra ausencia calma el fuerte olor a fantasía, a poesía, a rencores convertidos en caricias, a ingeniosos bailes ancestrales aprendidos del fuego y convertidos en hilos perfectos donde caminan tus pies profundos e inmóviles.
Al centro del arte me despierto entre musas, seductoras y sutiles. Tu ausencia golpea el espacio entre tu mirada y el tiempo y un con un canto de odio el mundo se traga los tambores olvidados ya por el fuego y condicionando a mi mente a vivir por tu espíritu inexistente al espacio y profundamente refugiado en el tiempo.
Camilo Orjuela
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