La tarde había pasado casi completa y yo seguía recostado entre sus piernas recibiendo un vientecito tímido sobre mis pies y esperando que la noche llegara para poder irme. Me duele todo, he estado en la misma posición un largo rato y prefiero q caminemos un poco por la calle, vamos a comer algo de pan le dije, alce mi chaqueta del suelo y se la puse sobre los hombros.
Ella clavo sus ojos en mí como intentando decir con ellos algo q no lograba. Para mí era más fácil así que no me hablara y solo camináramos para recuperar la luz que su habitación, (decorada con marcianitos y corazones), nos había robado durante esos meses que en ella desgastamos nuestra vidas, nos enredamos el uno al otro y nunca me era fácil salir en las tardes de esa cueva para encontrarme de cara con la noche que aun no abandonaba mi tristeza. Salimos y caminamos unas cuadras hacia arriba, ella me dijo que estaba cansada, que la panadería quedaba un poco lejos pero que como yo también necesitaba tomar un poco de mundo, olfatear a las personas cada una con su propia cueva y cansancio, con sus oscuridades y panaderías lejanas.
Bajando de nuevo a la casa me di cuenta que la tarde ya casi terminaba, caminábamos entre cuadra y cuadra; que tal viniera uno de esos personajes del barrio de al lado, dijo ella un poco preocupada. Se nos acercaría y nos pediría pan- continuo diciendo- luego me vería y sin poder ignorar lo bella que soy me diría-uy mona como esta de hermosa- hermoso esté- la interrumpí que se vaya a molestar a otros y a nosotros nos deje sanos. Luego diría – no sea atravesado pelado que ahorita matar a alguien es bien fácil – no hable tanto y si me va a pegar una puñalada péguemela, que si no lo hace usted lo hare yo mismo años más tarde enrollaría el cuchillo adentro de mí y me reiría porque usted habla mucha mierda.
Entonces pasó. Al instante siguiente estaba ella gritando que AYUDENME QUE SE MUERE y yo preocupado por la bolsa de pan que se llenaba de sangre le dije. Mejor paremos acá enfrente ese señor tiene unos ataúdes muy bonitos y creo que me podrían maquillar de una vez, ella me dijo que bueno que al fin y al cabo yo había decidido clavarme el cuchillo, yo era quien había enrollado cada uno de mis adentros y la había hecho llorar que en definitiva me merecía un ataúd de los más feos. Me quede allí, el señor sonrió como para aliviarme el alma y se fue poniendo los guantes azules. Ella saco el único pan sin sangre que quedaba en la bolsa y empezó a comerlo mientras caminaba de espaldas y se robaba la última imagen que quedaría de mí. Yo pensativo mientras se me acababa la sangre note que ella llevaba un vestido de flores y una de las flores se me había quedado pegada en la mano. Me puse triste al saber que ella extrañaría esa flor, cada mañana se despertaría y buscaría su vestido extrañándola y ahora yo llenaba esa flor con mi sangre, ensangrentaría todas sus mañanas, su habitación entera, sus panes del desayuno y esa sangre viajaría con ella, ensangrentaría su mundo y ahora la gente le diría- uy mona pareciera q no es suya la sangre que tiene en el vestido, uy preciosa su cueva huele a sangre y a pan viejo.
Mejor le damos un pan y mañana vuelvo a morir con la tarde
Mejor le damos un pan y mañana vuelvo a morir con la tarde
Camilo Orjuela
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